Desde pequeñas siempre hemos esperado a que vinieran a nuestro rescate: desde el príncipe con un beso a la princesa durmiente hasta nuestro padre o pareja con habilidades “típicamente masculinas” de las que carecíamos, dispuestos a prestarnos asistencia para comprarnos un coche, colgar un cuadro o ayudarnos con la informática. Siempre parecíamos pobres desvalidas débiles e indefensas esperando que alguien nos echara una mano. Por suerte hace mucho tiempo que comprendimos que siempre habrá una mano amiga al final de nuestro brazo y que somos las primeras que tenemos que empezar a hacernos cargo de nuestra propia situación. El feminismo empieza en nosotras mismas, no es propiedad de ningún partido político, nadie tiene el monopolio de este movimiento; somos lo bastante inteligentes como para tener nuestras propias ideas (incluyendo las políticas) de forma independiente, sin tener que hipotecarnos con el primero que reconozca nuestro verdadero valor . El feminismo aflora
Toda buena Administración Pública que se precie debe contar con un plan de Igualdad, especialmente por su naturaleza de servicio al ciudadano. Pero si luego la actitud y los valores que muestran los empleados de la misma -especialmente de cara al ciudadano- no coinciden con lo que cabría esperar, el resultado puede ser contradictorio. De nada nos sirven planes establecidos que quedan muy bien de cara a la galería pero que nunca llegan a materializarse o topan con la oposición o indiferencia de algunos de sus agentes implicados, convirtiéndose en papel mojado o en algo que sólo se ejecuta a medias. Para que esto no ocurra es necesario contar la colaboración de todo el personal de una forma activa, quienes deben hacerse responsables de lo que transmite y refleja su propio comportamiento, aunque a la par también sea cierto que simplemente actuando de manera individual sin un respaldo de la organización es muy difícil llevar a cabo materias de Igualdad. Este binomio Individu