Toda buena Administración Pública que se precie debe contar con un plan de Igualdad, especialmente por su naturaleza de servicio al ciudadano. Pero si luego la actitud y los valores que muestran los empleados de la misma -especialmente de cara al ciudadano- no coinciden con lo que cabría esperar, el resultado puede ser contradictorio. De nada nos sirven planes establecidos que quedan muy bien de cara a la galería pero que nunca llegan a materializarse o topan con la oposición o indiferencia de algunos de sus agentes implicados, convirtiéndose en papel mojado o en algo que sólo se ejecuta a medias.
Para que esto no ocurra es necesario contar la colaboración de todo el personal de una forma activa, quienes deben hacerse responsables de lo que transmite y refleja su propio comportamiento, aunque a la par también sea cierto que simplemente actuando de manera individual sin un respaldo de la organización es muy difícil llevar a cabo materias de Igualdad. Este binomio Individuo-Organización, cuando actúa de forma conjunta, es el único que puede poner en práctica una serie de cambios en profundidad. Y ahora muchos se preguntarán: ¿y qué demonios puedo hacer yo como simple funcionario para impulsar la igualdad? He aquí una serie de reflexiones personales acerca de lo que cada uno puede hacer dentro de su margen de actuación. Allá vamos:
- No hacer distinciones en función del género. Dejar de decir cosas como: “seguro que mi compañera la va a entender mejor” o “esto es temática masculina/femenina”.
- Emplear un lenguaje inclusivo, sin incurrir en incorrecciones gramaticales ni cursiladas varias. A estas alturas todos estaremos cansados de escuchar expresiones incorrectas como “médicos y enfermeras” o “las señoras de la limpieza”, que deben ser sustituidos por conceptos neutros. Sin embargo, intentar emplear el género femenino en palabras que no lo tienen es absurdo y hace que el discurso igualitario sea percibido como una patochada. No nos echemos piedras en nuestro propio tejado. Decir cosas como ”miembros y miembras” no nos ayuda en nada. Es mejor desterrar estas iniciativas que solo producen hastío en la población. Asimismo, tener que matizar en cada discurso expresiones como “los niños y las niñas”, “los profesores y las profesoras”, “los usuarios y las usuarias” acaba convirtiendo el discurso en redundante y atenta contra los principios más elementales de simplicidad en el uso del mismo.
- Intentar ampliar la formación y conocimientos en materia de Igualdad: la implicación en la enseñanza de conceptos clave resulta decisiva y requiere de una actitud participativa, por eso es importante que dediquemos parte de nuestro tiempo a formarnos y que tomemos parte en cursos de formación promovidos por la Administración u otras entidades.
- Comentarios sexistas y actitudes machistas: tolerancia cero. No permitas ciertos tipos de comentarios en tu entorno que, pese a estar normalizados, sólo crean discriminación y malestar. No toleres que hablen mal o critiquen a tus compañeras por su forma de vestir, su vida personal o sexual, o simplemente por las decisiones que toman en sus vidas, y mucho menos participes de ello.
- Evitar actitudes o comportamientos paternalistas. Esa compañera que es de la misma edad que nuestra hija no necesita nuestra protección, seguro que ella sola ha aprendido a enfrentarse a múltiples obstáculos cotidianos en su vida, por lo que, aunque la intención muchas veces sea buena, seguro sabe apañárselas sola sin necesidad de nuestra protección. Otra cosa es que se encuentre en un aprieto o requiera nuestra ayuda, en cuyo caso seguramente nos agradecerá nuestra pronta respuesta.
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